Por Maia Glejzer (Profesora universitaria y Nutricionista MN 5986)
La Convención sobre los Derechos del Niño reconoce que los más chicos deben disfrutar del más alto nivel posible de salud. En este sentido, una alimentación saludable es fundamental para que niños y niñas puedan desarrollar su potencial de crecimiento y aprendizaje. Nos enfocamos en la búsqueda de una alimentación completa, variada y que aporte energía y nutrientes, pero por sobre todas las cosas alimentos reales y de buena calidad. Para esto, eso debemos fomentar la aceptación e involucrarlos en todo el acto de comer.
La última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud afirma que el consumo de frutas frescas, verduras, carnes, leche, yogur o quesos se encuentra por debajo de las recomendaciones de consumo en niños, niñas y adolescentes. Por el contrario, el consumo diario de alimentos no recomendados por su alto contenido de azúcar, grasas, sal y bajo valor nutricional, es alarmante.
Una alimentación excesiva o desbalanceada puede ocasionar distintos problemas y trastornos que pueden prevenirse teniendo en cuenta los gustos, los hábitos de las familias y, por sobre todas las cosas, el tiempo que contamos para dedicarle a la compra y elaboración de las comidas.
Partir de la premisa de que los adultos somos el ejemplo, nos responsabiliza y nos permite comprender que los niños aprenden por imitación y que debemos compartir nuestras elecciones y no pretender de ellos algo que nosotros mismos no hacemos.
Es por eso que a continuación te damos 7 consejos para mejorar la alimentación de los chicos en casa.
Involucrarlos
Es fundamental que los chicos sean participantes activos de su alimentación desde temprana edad: que nos ayuden a poner la mesa o que nos acompañen a hacer las compras, donde pueden aprender jugando con los colores, nombres, sabores, aromas y donde ellos mismos pueden ser protagonistas de las elecciones. También es una buena opción que ayuden a guardar y cocinar los alimentos, siempre supervisados por un adulto responsable y adaptando las tareas a cada edad.
A la hora de comer, es fundamental que toquen los alimentos, que se ensucien, que conozcan las texturas. Que aprendan a pelar una fruta, como una banana o una mandarina, mejora su aceptación y las incorporan desde el juego y la autonomía.
Comer a su altura
En muchos casos, los niños son algo inquietos y les aburre estar sentados en una mesa familiar a la hora de comer. Muchas veces caemos en la tentación de las pantallas para que se queden sentados, pero de esta manera los desconectamos del acto de comer. Puede que coman sin apetito, venciendo el preciado mecanismo de hambre-saciedad. Una buena alternativa es que utilicen mesas a su altura o dejarles el alimento a mano para que puedan elegir ellos cuándo comerlos y fomentar así la autorregulación.
Planificar y organizar
Poder involucrar a toda la familia en la organización de la alimentación facilita las tareas y nos ayuda a poder dividir actividades. El trabajo en equipo es un buen aliado para poder sostener una alimentación real. Hacer las compras, cocinar, precocinar verduras o elaborar alimentos para tener en el freezer, son actividades que deben ser compartidas y planificadas. Tener alimentos preelaborados nos puede facilitar las comidas del día a día y nos soluciona las preparaciones en la vorágine de la semana. Debemos organizarnos para cocinar alimentos reales y no caer en los industrializados, que no siempre tienen las mejores características nutricionales y suelen ser muy ricos en sodio, grasas, azucares y bajos en nutrientes de calidad.
Ser flexibles
No siempre vamos a tener una organización y planificación perfectas, muchas veces surgen imprevistos, pero es fundamental saber cuáles son los grupos de alimentos que deben estar presentes y poder consumirlos aunque no tengamos tiempo. Lo importante es el hábito, lo que hacemos día a día en nuestras comidas, lo que repetimos a diario, nuestras costumbres. Los imprevistos o los eventos rara vez tienen impacto negativo en nuestra salud.
Estar informados y no dejarnos engañar
La información nos ayuda a tomar decisiones, por eso es fundamental saber qué es lo que estamos comprando y qué nos aporta cada alimento. Conocer sus ingredientes nos brinda información valiosa para elegir entre un alimento y otro y conocer sus beneficios o los daños para nuestra salud.
No forzar a comer
Confiemos en que cuando tengan hambre, se acercarán al alimento y no al revés. Respetemos su autorregulación, con el tiempo se van a ir adaptando a los horarios y comidas familiares. Al forzar generamos un mecanismo de recompensa y de aversión al momento de la comida que lo relaciona con un acto de obligación y no de disfrute o placer. El niño es el único que sabe cuánto tiene que comer, eso no lo sabemos los nutricionistas, ni los médicos, ni lo saben los padres. Debemos fomentar un vínculo saludable con los alimentos y no un momento de tensión y de rechazo.
Comunicar, compartir
Es esencial hablar con los niños, ellos entienden todo. Compartir, comunicar, hablar con ellos, que sepan que hay un acto de cuidado detrás de las elecciones que tomamos. Explicales por qué elegimos tal o cual alimento, contales los beneficios de comer alimentos reales, que no hay alimentos malos o buenos, sino alimentos que nutren y nos dan energía. El objetivo no es que coman todo, sino que aprendan a comer, que elijan los alimentos por lo que son, que sean conscientes de lo que comen. Eso es parte de que se vinculen saludablemente con la comida, no como obligación, ni como adicción, sino como el momento de disfrute, del momento de compartir y de poder crecer y desarrollarse de manera saludable.
¿Te animás a poner en práctica estos consejos? ¡Contanos cómo te fue! Si tenés alguna consulta al respecto, ¡no dudes en dejarnos tu comentario más abajo!