¿Sabías que cada año fallecen más de 700.000 personas a causa de suicidio? Esto es aproximadamente una cada 40 segundos. Esta problemática de salud pública se declaró de interés nacional a través de la Ley N° 27.130 de Prevención del Suicidio, a lo largo de la cual se detalla la importancia de realizar campañas de prevención masivas a toda la comunidad.
El suicidio —acto por el cual una persona decide dejar de vivir— es multicausal, es decir, no existe un solo motivo que lleve a tomar esa decisión. Según información oficial de la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan más de 700.000 personas en el mundo y este número se podría extender si pensamos en todas las tentativas de suicidio que hay alrededor de cada muerte consumada. Además, el suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 20 a 24 años y la cuarta de 15 a 19 años.
El suicidio es sufrimiento, todo lo demás son prejuicios.
Son muchos los mitos y tabúes que lo rodean, pero el más importante que debemos derribar es que “hablar de suicidio con una persona en riesgo, incita a hacerlo”. En realidad, es todo lo contrario, hablar no incita, hablar previene. Porque históricamente el suicidio fue una problemática estigmatizada por la falta de información que tuvimos al respecto.
Cuanto más hablemos responsablemente de suicidio, más herramientas tendremos. Hablar de manera abierta puede dar a una persona otras opciones o tiempo para reflexionar sobre su decisión y pedir la ayuda profesional correspondiente.
¿Cómo podemos prevenir el suicidio?
Se requiere un cambio social muy profundo, pero, para empezar, podemos aprender a reconocer señales e indicios. Desde mi óptica como Técnica Superior en Acompañamiento Terapéutico Integral, te comparto estos puntos destacados para tener en cuenta:
- Reconocer cambios repentinos en la conducta: Aislamiento, persistencia de ideas negativas, dificultad para comer, dormir, trabajar o llanto constante, aunque no necesariamente la persona puede verse triste siempre, también puede verse nerviosa, hiperactiva, irritable, o extremadamente feliz.
- Escuchar activamente: La mayoría de las personas que consumaron un suicidio dejaron entrever sus intenciones, pero no de manera textual, sino con frases como “me quiero ir de viaje y no volver más” o “como quisiera desaparecer”.
- No invalidar emociones: Es sumamente importante comprender que llorar no es de débiles. Debemos poder hablar de lo que nos pasa abiertamente, porque cada dolor es válido y ninguno es mayor o menor que el de otro.
- Acompañar sin juzgar: Cuando una persona accede a contar sus problemas y sus sentimientos, espera contención, escucha, comprensión. No debemos juzgar o cuestionar.
Para finalizar, algo muy importante: debemos incentivar a que la persona pida ayuda profesional, con el equipo terapéutico correspondiente (psicólogos, psiquiatras, acompañantes terapéuticos). De esta manera, podrá acceder al tratamiento que más se ajuste a su necesidad.
Recordá que ante un riesgo inminente de suicidio podés llamar al #135 (desde el celular) o al 0800-345-1435 (desde todo el país). Más info en https://www.asistenciaalsuicida.org.ar/ y en https://www.paho.org/es/temas/prevencion-suicidio